Helena Mestrada se hizo viral no solo por dar cuenta del hecho, sino que por naturalizar el fracaso y reconocerlo como parte de un proceso, manifestando que, si bien la producción tuvo un buen arranque gracias a unas notas en medios de comunicación, presentaciones y firmas de ejemplares en una feria literaria, aun así, nadie se presentó para conocerla a ella o a su obra.
“Creo que mi mejor versión ha salido más durante las derrotas que en los triunfos. Este fue el sube y baja que me tocó en 48 horas. De un pasillo vacío y frío, a cientos de mensajes de distintos países que me conmueven, me interpelan, y son un tesoro”, manifestó Mestrada en su cuenta de Instagram, agregando: “Creo que el posteo fue un catalizador de un cuestionamiento al uso de las redes sociales y en particular a LinkedIn, en lo profesional. Espero que el extraordinario rebote de mi humilde aporte motive a otros a no sentirse solos en los baches, y a jamás avergonzarse por ellos. No sé si es necesario compartirlo, pero al menos saber que detrás de un auditorio colmado, de un diploma brillante, de un ascenso luminoso, hay muchos pasillos vacíos”.
Su historia me llevó a abril del 2019, pocos meses antes del estallido social en Chile, cuando con nuestro editor Alejandro Lavquén creamos y organizamos una charla informativa del taller de lectura que titulamos Libros con Causa. Las preguntas de hoy en las respuestas de ayer. Releyendo a los clásicos. A esta actividad, que se realizó en las dependencias de la Biblioteca Pública de Providencia, solo una persona llegó. El resto de los asistentes eran lectores que estaban, en ese momento, en la Biblioteca, y los insté a entrar a la sala no solo para informarse de la actividad, sino que además invitándolo a una taza de café con galletas que teníamos disponible.
En total, solo 3 personas escucharon la charla, un trabajo que, en suma, demoramos poco más de 2 meses en preparar. Al cierre de este evento, nos cuestionamos muchas cosas, sabíamos que pudieron haber fallado mil más: la visibilidad en redes sociales, mejor presencia mediática, haber trabajado en conjunto con la Biblioteca para dar mayor difusión a la actividad, etc. etc. etc.
Lo único en que concordábamos es que la convocatoria había sido un tremendo fracaso. Y eso a mí me dolió, y me quebró por varios días y hasta semanas, puesto a que no solo mi esfuerzo se había desvanecido, sino que además yo había hecho trabajar a mi editor y diagramador durante casi 2 meses preparando sus temas y contenido para concluir en nada. Así lo vi en esa oportunidad. Ese día y los que vinieron fueron, para mí, un remezón.
Todo eso y más me cuestioné, porque soy de ese grupo de personas que, en Chile, profesionales o no, les ha costado absolutamente todo, y cuando nos hemos equivocado han habido otros(as) que se encargan de hacernos ver y saber cuáles son nuestros errores y defectos. Agreguemos, además, que vivimos en un país donde el fracaso tiene una connotación negativa desde que somos pequeños(as), desde la escuela. Por eso, creo, que me costó salir de ese hoyo. Pero hoy miro hacia atrás, y tal como mencionó Mestrada en su post, “todo es parte del proceso”, uno de esos donde el aprendizaje duele.
Como autor(a) o tallerista, de seguro tienes más historias que contar, ¿a ti te ha pasado?
Nos leemos.