Para escribir un libro, si bien esos momentos de inspiración suelen suceder, es fundamental el trabajo que se realice durante y después de la escritura del texto. En la etapa de desarrollo del escrito, si bien cada persona posee su propia metodología de escritura, existen procesos que deben ser considerados permanentes, como es la planificación del trabajo. Es decir, tener claro qué se quiere contar, la caracterización de los personajes, los escenarios, la trama central y las adicionales si las hubiera, entre otros aspectos a definir. Si no se considera una planificación, se suelen cometer errores o incoherencias, por ejemplo, en la trama. Por lo tanto, en este sentido, no basta la inspiración, se debe planificar el texto y, sobre todo, una vez finalizado, ejecutar un trabajo de revisión riguroso.
Otro aspecto es el gramatical. Tras haber finalizado el proceso de escritura SIEMPRE es necesario realizar un trabajo de edición, donde se revise la sintaxis y ortografía. Porque una buena historia debe ser narrada de buena manera, con frases bien construidas y claras. Incluso cuando se intenta una literatura con quiebres gramaticales y formas experimentales es necesario hacerlo correctamente. Inspiración sin trabajo no es el camino íntegro, trabajar los textos antes de darlos a conocer al público es la manera de asegurar un buen producto final, independiente de la temática o género literario que se practique.