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La importancia de contar con un propósito a la hora de escribir
¿Sabes cuál es el tuyo?
Encontrar el propósito de nuestra vida no es tarea fácil. Algunas personas lo logran, y otras lamentablemente no. Esto, porque aquellos(as) que sí lo consiguen, a temprana o mediana edad, definen y trabajan por objetivos específicos que provienen de un objetivo general, y que no tiene más ciencia que decir: “quiero ser feliz y sentirme pleno(a) con lo que hago, porque con eso le doy sentido a mi existencia”.
Alguien que desee llevar una vida sana y larga, por ejemplo, deberá cumplir con objetivos diarios específicos. Es decir, comer lo más sano posible, hacer algún tipo de ejercicio, cumplir con chequeos médicos, rodearse de personas que le den ese refuerzo positivo necesario para fortalecerse en el plano físico y sicológico, entre otras tareas. El mundo de la literatura es exactamente lo mismo. Los(as) escritores(as) también tienen sus propios propósitos cuando escriben. Hay quienes lo hacen solo por informar y educar, otros(as) quieren contar sus experiencias sobre determinadas situaciones que les tocó vivir, algunos(as) lo hacen por entretener, etc. Lo importante es que cada autor(a) sepa definir cuál es el suyo.
Experiencias que suman
En el año 2014, cuando estaba en el proceso de investigación y redacción de mi libro de crónica periodística Los pétalos de la Rosa Blanca, que trata sobre las vivencias de 2 académicos y científicos chilenos durante la dictadura de Augusto Pinochet, le conté a algunos colegas periodistas sobre lo que estaba desarrollando, y uno muy destacado me dijo: “para qué te vas a meter en esos temas si ya está todo resuelto”. Le respondí con un no, y que, de hecho, en Chile no existían investigaciones, ya sea en periodismo o en otra área de las ciencias sociales, donde se conozca sobre el rol de la ciencia o de algunos(as) de ellos(as) durante aquella época, y que mi intensión siempre fue dar a conocer dos historias que entre las y los profesionales del campo de la ciencia en Chile eran conocidas, pero que la ciudadanía ignoraba. Dentro de todas las dificultades que vivimos todos(as) los(as) autores(as), publiqué, en primera instancia, mi libro el año 2015 en la plataforma KDP de Amazon, y en una segunda ocasión con Ediciones Estrofas del Sur en el 2018. Por cierto, autopublicado.
Durante ese periodo pasé por varios comentarios, unos positivos y otros negativos. A algunos(as) les gustó, a otros(as) les pareció muy atrevido que yo, una periodista de menos de 30 años (edad que tenía en esa época) publicara un libro de esa categoría, y otros(as) compraron mi libro pensando que yo era extranjera al leer mi nombre en la portada y, por tanto, le atribuían calidad a mi trabajo. Pero hubo una persona en particular que me llamó la atención por su alto nivel de negatividad y crueldad. Este profesional, quien además es académico en una institución superior donde se forman futuros profesionales, mayoritariamente de orígenes sociales vulnerables, un día me dijo que no todos(as) pueden publicar, que eso es para algunos(as), porque no todos(as) alcanzarán el éxito de ventas ni conseguirían estar en las vitrinas del país. Si bien son pocos los que consiguen vender todo el stock de sus obras y posicionarse en la opinión de lectores(as), ¿quién era él para decirle a alguien que no podía? ¿Con qué derecho él se atrevía a decir tú si, tú no? ¿Y sin siquiera haber leído mi libro? De inmediato me imaginé a sus estudiantes que, desde el comienzo de su formación profesional, les están diciendo que ellos y ellas nunca podrán.
Todas esas experiencias reforzaron uno de mis principales propósitos: ayudar a otros(as) a contar sus historias y a demostrar que ellos(as) también pueden. ¿Cuál es el tuyo?